«Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles»
BERTOLT BRECHT
Hay seres que intuyen el momento exacto en el que van a morir. Otros deciden por sí mismos el día, la hora y también el lugar.
No soportó no servir. Lo había anticipado cuando llegara el momento de su caída.
Se fue de gira, al más allá de las cosas. Fue desde el lugar que era su mundo. Se llevó la camiseta y cinta de capitán que tenía tatuadas en el corazón. El calor de la gente que miles de veces lo ovacionó y con él mismo, contrarrestó la falta de temperatura y silencio.
En las alturas descubrió que desaparecieron los años que limitaban sus movimientos. Su rodilla, maltrecha y que tantos dolores le provocó, estaba curada. Podía correr de punta a punta la cancha celestial.
En su nueva dimensión jugó eternamente, defendiendo los colores que tanto amó. Siguió regando las nubes de sudor de tanto meter y meter. Ángeles con aureolas tricolores como en gradas, agitaban sus alas con regocijo.
Nada de lo que hacia abajo cambió. Desbordaba de alegría el saber que era para siempre.
Este 5 de marzo se cumplen 105 años de la partida de Abdón Porte, jugador de Nacional de Montevideo.
“El Indio” Abdón Porte, vistió la camiseta de Nacional en 207 ocasiones. Precursor de la famosa garra charrúa que caracterizó al futbol uruguayo hasta la actualidad. Jugador aguerrido, duro que no daba por perdida ninguna pelota, gran juego aéreo, estilo combativo. Por su ascendencia sobre el resto del plantel, era el capitán del equipo.
Su debacle física y por consiguiente futbolística, se inició en un partido con Peñarol – Nunca faltó a un clásico, 39 partidos con el eterno rival – donde se jugaba poniendo todo. Su rodilla se lesionó y nunca se pudo recuperar. No le daba tiempo a la recuperación, siempre quería jugar, lo hacía aun lesionado. Para Abdón, jugar defendiendo la tricolor era una cuestión de fe.
En rueda de amigos y con un pensamiento en voz alta dijo: “La vida sin poder jugar en Nacional, no tiene sentido”, preanunció lo que después cumpliría.
Interrumpió voluntariamente su vida, la fatídica decisión la tomó a partir de conocer la intención de la comisión directiva del club de reemplazarlo porque su tiempo como jugador estaba en el ocaso. No pudo soportar semejante golpe y una noche se fue al Gran Parque Central, la cancha que tantas veces transitó. Un certero disparo en el corazón dio por finalizada su estadía en esta dimensión.
Con las primeras luces del día, el canchero lo encontró tirado en el circulo central de la cancha, sector donde realizó sus más grandes proezas como futbolista.
Entre sus ropas encontraron una carta dirigida al presidente de Nacional, sentidas palabras impresas en el frio papel, corroboraban el exacerbado amor que “El Indio” tuvo por la camiseta Tricolor.
En ella expresó: “Querido doctor don José María Delgado. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre. Adiós querido amigo de la vida. Que siempre este adelante el club para nosotros anhelo yo doy mi sangre por todos mis compañeros…Ahora y siempre el club gigante. ¡Viva el club Nacional!
Ya pasó un siglo de aquel acto de amor, la leyenda continúa y cada día toma más fuerza. Entre los tantos homenajes, autoridades del club bautizaron con su nombre la tribuna oeste del estadio.
Otra forma de recordarlo se encuentra en el túnel del Parque Central, un escrito con la frase: “Usted está a punto de ingresar al terreno donde Abdón Porte se quitó la vida, por no poder defender más a su querido Club Nacional de Futbol”.